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jueves, 15 de septiembre de 2016

Barcos Fantasmas-Aparece 168 años después el HMS Terror

En 1848 dos barcos de la Royal Navy que intentaban transitar el Paso del Noroeste, una ruta que permitiría conectar el Atlántico con el Pacífico a través de las aguas congeladas del Ártico, ganando muchos días de navegación.
Pero no lo consiguieron y fue la última vez que se supo del Erebus y del HMS Terror, una bombarda bajo el mando de Sir John Franklin, que desapareció junto a los 128 hombres de su tripulación, convirtiéndose en uno de los mayores misterios del mar desde entonces.
Sólo se sabía que el barco quedó atrapado en el hielo y tras días de esfuerzos inútiles, sus tripulantes intentaron buscar refugio caminando sobre el hielo y pereciendo poco después.
Ahora, exploradores de la Fundación de Investigación del Ártico han localizado el pecio del Terror gracias a las indicaciones de un cazador inuit que lo había avistado.
"El barco se encuentra en notable condición", explicaron sus descubridores, que piensan que se hundió lentamente, "llegando suavemente al lecho marino". El buque, sobre el que se han escrito canciones, poemas y novelas, estaban a unos 50 kilómetros de los restos del Erebus, cuyos restos se encontraron en 2014.
El barco está en muy buen estado de conservación y el robot submarino empleado para explorarlo ha mostrado parte de la cubierta, salas de almacenamiento (con latas y botellas intactas) e incluso la campana del buque, una antigua nave empleada en el transporte de morteros de gran calibre cuyo casco se había reforzado para soportar los envites del hielo.

lunes, 23 de mayo de 2016

Los buzos de Marco Antonio y Cleopatra


Nos relata Plutarco referente a Marco Antonio y Cleopatra lo siguiente:

En cierta ocasión, dice, Antonio quiso tomar parte en un concurso de pesca que era presenciado por Cleopatra y, como no picara ningún pez en el anzuelo, mandó a sus buzos que fueran enganchando en el mismo los peces previamente preparados. Cleopatra fingió maravillarse de tanta abundancia, pero al día siguiente hizo que uno de sus buzos, anticipándose a los de Marco Antonio, enganchara al anzuelo de éste... un pez seco salado.



D. Juan Ivars Perelló autor del libro Historia del Buceo (Su desarrollo en España) editado en 1988

martes, 17 de mayo de 2016

BUCEADORES EN LA HISTORIA

El hombre siempre ha soñado con descender al fondo del mar, una atracción impulsada principalmente por los deseos de explotar sus riquezas, por su afán de conquistar los fondos marinos o por la simple curiosidad de explorar.

A lo largo de la Historia el hombre ha ido descubriendo y perfeccionando, a base de coraje, determinación e ingenio, distintos artilugios que le han permitido mantenerse el mayor tiempo posible bajo el agua, convirtiendo así en realidad sus ansias de exploración.

Los hallazgos arqueológicos de los años 4.500 a 1.500 a.d.C. de ornamentos de nácar en Asia Menor y Egipto, y de joyas con incrustaciones de perlas en Babilonia y Tebas, nos indican que el hombre ya participaba en el buceo, por lo menos como una forma de recolección de objetos suntuarios para su comercio.

Los escritos de Homero (s.VIII a.d.C.) ya mencionaban que los antiguos buceadores griegos se sumergían hasta una profundidad de 30 metros, lastrados por una pesada roca, y Plinio el Viejo (s. I d.C.), en su “Historia Natural” contaba que llevaban en la boca una esponja empapada en aceite, aceite que iban soltando lentamente mientras buceaban, y que se extendía ante los ojos del buceador, modificando el índice de refracción del agua y mejorando así la visión submarina.

Pero la primera imagen de los intentos del hombre por sumergirse en el mar la encontramos en un bajorrelieve del año 880 a.d.C. en el que se aprecia al rey persa Assurbanipal II buceando y provisto de una especie de saco respirador del que sale una boquilla.
Entre otras referencias, el historiador griego Tucídides (460 a.d.C.) en su tratado “Historia de la guerra del Peloponeso” relata que en el asedio de Siracusa por los griegos, sus buceadores se sumergieron para eliminar los obstáculos submarinos del puerto, permitiendo así el paso de las naves.
Tucídides también nos cuenta el aprovisionamiento de víveres por vía submarina a los espartanos, cuando se encontraban sitiados por los atenienses en la isla de Esfacteria.


D. Juan Ivars Perelló autor del libro Historia del Buceo (Su desarrollo en España) editado en 1988


viernes, 13 de mayo de 2016

(1535-1715) La búsqueda de la inmersión más larga


En 1535, Gugliemo de Loreno desarrolló la que se consideró la verdadera campana de buceo, consiguiendo completar una hora de inmersión.

En 1616, Frank Kessler inventa, sobre la base de la campana de Loreno, la campana de observación, con una forma que permitía caminar por el fondo marino a la vez que lo exploraba.

En 1677 se utilizaba la “Campana de Cadaqués” para recuperar oro de los barcos hundidos.

En 1680, Borelli diseñó lo que pudiera ser la antecesora de la actual escafandra. Se trataba de una enorme bolsa de cuero donde el buzo podía transportar su provisión de aire, introducida con un émbolo. La cabeza debía meterse en la bolsa, que llevaba una ventanilla, y para los pies había unas aletas en forma de garras, para adherirse al fondo del mar. Posiblemente, este aparato nunca llegó a emplearse.



La construcción de campanas mejoró a fines del siglo XVII, sobre todo cuando se logró comprender que el aire de su interior debía renovarse. Este descubrimiento fue aprovechado por el famoso astrónomo inglés Edmond Halley en 1690, quien logró introducir aire desde el exterior a través de un tubo conectado a unos barriles.

En 1715, John Lethbridge construyó el primer traje de buceo cerrado. El agua entraba a partir de los 22 metros pero, a pesar de ello, fue todo un éxito.


D. Juan Ivars Perelló autor del libro Historia del Buceo (Su desarrollo en España) editado en 1988

 
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